"Aurora, una mujer rural" de Marta Susana García

 Aurora, una mujer rural



Aurora se encontraba apoyada en el dosel de la puerta de la cocina, mirando hacia afuera. Sus ojos veían un gran parque con muchos árboles frutales, al girar su cabeza podía divisar un potrero con vacas lecheras, mas allá veía una plantación de trigo dorado, cual un tesoro lleno de oro. Oro que nunca uso, pues dedico su vida a la crianza de siete hijos y las tareas rurales. Su mente recorrió su vida tal cual una película.

Corría el año 1920 ella llegaba de su Galicia natal, con tan solo quince años, fue una larga y dolorosa travesía en barco, se habían embarcado Aurora, Luis su hermano mayor y Juan, era la más chica de los tres hermanos, su familia había sido signada por el dolor, pues su madre había fallecido tras su nacimiento motivo por el cual su padre se dedico a la bebida para tapar el sufrimiento por la pérdida de su amada esposa, se habían criado con la ayuda de sus vecinos. Desde muy chica tuvo que hacer los trabajos de la casa, sus hermanos hacían mandados y luego fueron peones en cortijos cercanos.

España, si bien se mantuvo neutral durante la primera guerra mundial, tuvo importantes consecuencias económicas y sociales, fue entonces cuando los tres hermanos decidieron embarcarse con rumbo desconocido. Un vecino había contado que su familia vivía en un país llamado argentina, ellos no sabían donde quedaba, pero les aseguraron que había mucha riqueza, así es como decidieron su nuevo destino…

Desembarcaron en el puerto de Buenos Aires, fueron llevados al hotel de los inmigrantes, allí seguían hacinados al igual que en el barco.

Se estaban arrepintiendo de haber venido, cuando todo cambio en un instante. Se dirigieron a la explanada de la entrada… alguien buscaba una cocinera y dos peones.

Era Eugenio, un joven chacarero el cual cruzo su mirada con Aurora. Él quedo prendado para siempre de los ojos de aquella galleguita, ella reprimió sus sentimientos, el carmín de sus mejillas la delataban. En su afán de retener esa noble alma le ofrece el puesto de cocinera, ella acepto, pero con la condición que sus hermanos fueran empleados como peones. Eugenio aceptó sin dudarlo.

Fue así que salieron a bordo de un Ford T, rumbo a la estancia “La Amanecida”. Su destino era un campo en la pampa húmeda, cercano a un pequeño pueblo llamado San Antonio de Areco, en la provincia de Buenos Aires.

Atravesaron polvorientos caminos, los tres hermanos no podían creer lo que veían. Su terruño era tan distinto, acá era todo verde y no había montañas.

Llegaron exhaustos. La señora doña Manuela, madre de Eugenia, salió a recibirlos, los llevó a la cocina. Aurora no podría creer lo que veía, era  un ambiente muy amplio con una cocina económica junto a la leñera. De un barral de bronce reluciente colgaban ollas, cacerolas y otros enceres había una canilla y una pileta, una suntuosidad, que ella nunca había imaginado, pues siempre había cocinado en un viejo y desvencijado fogón a la intemperie.

Los tres hermanos bebieron agua y comieron algo. Eugenio le indico cuáles eran sus habitaciones cayeron rendidos en los brazos de Orfeo en aquellas cómodas camas, nunca habían tenido unas iguales.

Por la mañana los dos hermanos varones se dirigieron a la matera de la estancia, donde desayunarían y recibirían las órdenes del capataz.

Aurora se dirigió a la cocina donde la esperaba doña Manuela, era una dulce mujer que la trato muy bien, le informo cuales eran los gustos de su hijo y de ella, le explicó en qué consistía su trabajo. Doña Manuela quedo embaucada con su nueva empleada. Pensó que si hubiese tenido una hija mujer le hubiera gustado que fuera como ella. Pasado un tiempo Aurora se había convertido en una gran cocinera, preparaba unas ricas dulzuras de su Galicia natal para la hora del té, que se servían en el comedor principal, venían las señoras de los campos vecinos cuando ellas no concurrían Eugenio y doña Manuela tomaban el té en la cocina e invitaban a Aurora.

Se había convertido en una más de la familia, doña Manuela adoraba a esa niña, Eugenio se había enamorado y estaba pendiente de ella cualquier escusa era buena para que él se presentase en la cocina. Se habían hecho muy amigos.

Aurora cumplía dieciséis años y organizaron una reunión con todos los peones del campo, sus mujeres e hijos, un peón se ocupo de asar los corderos y Manuela de los manjares dulces. En el momento que le cantaron el feliz cumpleaños comenzó a llorar y se abrazo a sus hermanos. Era su primer festejo de cumpleaños. Eugenio se acercó y con un pañuelo blanco secó las lagrimas que cual cristales de roca  rodaban por sus mejillas. Un peón tomo la guitarra y comenzó el baile. Chacarera, gatos y valses se bailaban. En el momento que Aurora y Eugenio bailaban un valsecito criollo, él la tomó de la mano y la llevó a un lugar apartado a donde nadie los veía. Le robó un beso y le declaro su amor, ella le dijo que eso era imposible, ya que él era su patrón. Eugenio hizo caso omiso a las palabras de ella y la besó nuevamente sellando así su amor. Desde ese día no se separaron más. Doña Manuela primero se opuso, pero al ver tan feliz a su hijo y queriendo tanto a Aurora terminó aprobando el noviazgo.

Se casaron el día que Aurora cumplía dieciocho años, Eugenio tenía ya treinta y dos años, esa diferencia de edad no significo nada, fueron muy felices. Tuvieron tres hijas mujeres Aurorita, Hilaria y Antonia y cuatro hijos varones Eugenito, José, Lucentino y Amador. Todos se criaron en el campo. Cuando falleció doña Manuela todo cambió. Aurora, si bien era la señora de la casa, nunca permitió pleitesías por parte del personal. Sentía que era una mas como cuando llegó de su Galicia natal. Continuo siendo la cocina su lugar de trabajo.

Un anoche se desató un incendio en el galpón grande. Todos ayudaban alcanzando baldes de agua que extraían del viejo aljibe. Eugenio trato de salvar a los animales e inspiro mucho humo y tuvo algunas quemaduras, fue llevado esa misma madrugada al hospital Emilio Zerboni donde estuvo varios meses internado. Cuando le dieron su alta médica le informaron que sus pulmones habían quedado muy dañados y no podía ocuparse de las tareas rurales.

Fue aurora quien se hizo cargo del campo. A la madrugada montaba su caballo e iba al tambo, donde sus peones la saludaban con mucho respeto y cariño y media mañana montaba nuevamente su caballo y regresaba a la casa grande donde la aguardaban Eugenio y sus hijos. Llegaba y se dirigía inmediatamente a la cocina pata preparar el almuerzo familiar, nunca permitió que se contratara una cocinera. Por la tarde se ocupaba de los quehaceres domésticos junto a Tomaza, era la esposa de su hermano Juan quien era capataz de la chacra. Se apoyaba mucho en ellos. La vida de Aurora no era fácil, se ocupaba de supervisar el tambo, recorrer los sembrados y luego dirigir la cosecha. También se ocupaba que la chacra produjese alimentos esenciales. Tenían un gran chiquero con cerdos, dos gallineros, uno con gallinas y otro con pollos y una quinta completa de hortalizas.

Aurora de joven nunca tuvo un jardín florido, no había tiempo para eso, todo esto era posible gracias a la colaboración de sus hermanos. Luis no se había casado y era el encargado del tambo.

Cuando llego el momento de escolarizar a los niños, Eugenio y Aurora decidieron llevarlos a un internado donde estarían de lunes a viernes. Sábados y domingos la chacra se vestía de fiesta con la presencia de los hijos. Así fueron transcurriendo los años, nada se modificó.

Un día cuando Aurora regresaba al galope con su caballo, vio el automóvil del doctor Smith, junto a la entrada principal de su casa. Apuro su galope y desmontó rápidamente, un sudor frio recorrió su cuerpo presintiendo que algo malo ocurría con su esposo. Cuando iba corriendo a la entrada de la casa Juan se interpuso y la abrazo. Aurora se dio cuenta que Eugenio estaba mal.

Corrió rápidamente a la habitación principal. Sobre la cama Eugenio, le costaba respirar y estaba pálido. Se arrodillo junto al lecho y tomo su mano. Le declaro su amor, él con su último suspiro, lepidio que cuidara de sus hijos. En ese momento partió junto a Dios. El llanto inundaba la habitación. Juan y Tomaza abrazaron a Aurora, Luis llegó en ese momento y prometió a su hermana que la ayudaría con la crianza de sus sobrinos. Todo el día y la noche transcurrió con mucho dolor. Se hicieron presentes los primos de Eugenio y todos los vecinos del campo cercano. Cuando regresaron del cementerio Aurora reunió a sus siete hijos, a sus dos hermanos y a su cuñada. Les informó que a partir del día siguiente la chacra seguiría funcionado con el ritmo normal de siempre. Lo único que cambio fue el rostro de Aurora ya que desde ese día sus ojos mostraban una gran tristeza.

Los hijos crecieron, algunos fueron a estudiar a la capital y son profesionales, las hijas mujeres estudiaron magisterio. Todos vivían en el pueblo, todos formaron sus familias. Aurora tuvo veinte nietos nunca quiso dejar la chacra para ir a vivir al pueblo. En ese campo estaban los recuerdos de su historia de amor con Eugenio, en su corazón seguía intacto el amor por él.

Los domingos siempre llagaban a la chacra los hijos y los nietos, Aurora siempre siguió cocinando para su familia, las famosas dulzuras hoy iban dirigidas a sus nietos.

Apoyada en el dosel de s cocina hace un recuerdo de su vida. Todos los días recuerda su Galicia natal y los días de amor vividos en su amada Argentina.

En ese instante se acerca su hermano Luis y la abraza, habían pasado muchos años e hilos de plata cubrían sus sienes. Sobre la mejilla de ambos rodaban lagrimas, de nostalgia, tristeza y otras de alegría, en definitiva eran lagrimas acumuladas den toda sus vidas, uno al otro las escurrieron y siguieron mirando hacia el horizonte desde el dosel de la puerta de la cocina. Cocina que nunca abandonó Aurora desde que llegó aquel día de su Galicia natal.




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