"El baile" de Laura Maciel

 EL BAILE



21 de junio 21.30 horas

Gran Baile Crisol Club

                                                            de Rafael Obligado.

Matambre con ensalada Rusa

Asado con ensalada Mixta

Helado.

Servicio de Cantina

Actuarán: Delmar Santillán y su Orquesta Típica La Dulce Vida.

También se podrá disfrutar de Selectas Grabaciones

Se ruega traer cubiertos.


La tarjeta impresa en cartulina verde es clara y concisa.

Invitación lisa y llana a quienes deseen celebrar el santo del pueblo, San Luis Gonzaga.  

Por el frío no habrá que hacerse problema. Entre el calor de las quinientas personas que  se juntarán y las estufas a kerosén estratégicamente puestas de tanto en tanto a lo largo del salón, la helada que indefectiblemente cae esa noche desde 1910, no será impedimento para  disfrutar.

Por empezar habrá  que conseguir  LA TARJETA. Hay que desplegar toda una logística para obtener una, ya que como sabiamente sostiene la Comisión Directiva del club hay que guardarle a los de Santa Rosa, los de Los Indios, una gente de La Angelita porque ellos siempre vienen  y “los del pueblo”, por supuesto.

Doña Paula, don Isidro y su hija Dorota vienen de La Invencible que queda más lejos. Impedimento número uno para conseguir el cartoncito verde.

Sólo después de que doña Paula se prenda del brazo del austriaco Mirko, le recuerde que “ ellos tenían el campo  enfrente”, Mirko asienta y también recuerde que la mamá de doña Paula lo cargaba en brazos de chiquito, las tarjetas  quedan en manos  de la “ familia del pueblito alejado”.

En su intimidad Paula Echevarría, de soltera y señora de Flaherty desde que se casó con don Isidro;  se preguntará si su madre fue capaz de semejante gesto con “un austriaco”, como llamaban en su casa a los croatas y yugoeslavos.

Isabel, la prima de Paula, se enterará, y revoleará con bronca el pan dentro de los canastos que cargarán para el baile. Unica dueña de la única panadería del pueblo sostiene  que a ésos bailes van peronistas, negros y austriacos. Y eso no es bueno para nadie.

Tarjeta mediante entonces, canasta de picnic con los cubiertos y las mejores ropas todo el mundo se reúne en la puerta del salón.

Es una mezcla de Terminal de trenes por los bultos y  gente esperando, junto a un extraño lujo de abrigos de piel, esclavas de oro, y olor a loción para después de afeitarse.

Pasada la cena, después de discursos y homenajes a los que se murieron el último año,   arremeten Delmar Santillan y su Tipica La Dulce Vida a toda música.

Delmar trabaja de albañil. Vivía por José C Paz, era obrero textil y gremialista. Desde que cayó el tirano prófugo pareciera haber encontrado su equilibrio de vida allá en el pueblo.

Durante el día Delmar arregla y pinta casas y por las noches, trata de convertirse en Hugo del Carril, y Magaldi juntos mixturando con algo de la Sonora Matancera para no aburrir.

Por lo general el hombre se debe a su público. Ya sea porque hace un mes le tendría que haber terminado el baño a doña Rosita, o a Lázaro se le partieron todas los azulejos que le puso la semana pasada, el hombre se esmera en dar un Verdadero Show.

Entonces, mientras Paula, Isidro y Dorota, pelean con la cucharita de madera el  helado que se derrite sobre el celofán en que está envuelto; el telón rojo empieza a abrirse lentamente.

Un Delmar impecablemente limpio y peinado con camisa blanca y saco negro, empuñando el micrófono se planta en medio del escenario y es aclamado por todos los concurrentes. No deja de ser interesante, porque  a medida que los sonidos de la Dulce Vida se empiezan a escuchar,  se verá por ejemplo al negrito Albornoz aporreando el viejo piano con la misma pasión con la que anda todo el día en bicicleta por el pueblo.

Esto significa que el mismo cuerpo de albañiles será el que durante horas toque los distintos instrumentos.

Para sorprender a su público, que nunca se sabe si lo ama o lo quiere matar a trompadas, Delmar prepara uno o dos temas “especiales”.

A veces los interpreta con su esposa, envuelta en pana y con su rubio total nº 5 a pleno o  con un pibe que dejó el colegio por la música  y toca en cuanta fiesta se de en el pueblo.

Según el caso, serán los temas a intepretarse. 

Podrá ser una versión de Azucar, pimienta y sal…que Delmar hará con su esposa y  finalizará con un  público ardiente balanceándose al ritmo; o bien habrá una jugada versión de El día que me quieras que amenazará romper  vidrios y tímpanos por el acople  de sonido cuando nuestro cantante  deje la vida  haciendo el estribillo.

Si abre el show con el pibe de la guitarra, el clima será distinto. Tal vez porque sabe sólo esos temas o son realmente los más pedidos, pero el baile será abierto con una versión de Pájaro Campana, dedicada a “mi abuela” (abuela  primera fila por supuesto) o aquella más dinámica de Caña Doble, en la que se mezclan los gritos del público y se puede ver el polvo que se levanta del piso del escenario ante el zapateo de los avezados músicos.

A estas alturas Dorota la hija de Doña Paula pone cara de: No estoy en este lugar, qué canción tan horrible, me quiero ir a vivir a Buenos Aires…Esto nada tiene que ver conmigo. No puede ser lo que dice esa canción… qué raro es todo.

Isidro se ha puesto hablar con cuanto chacarero se le ha cruzado y Paula se debate las ganas de ir al baño a retocarse el maquillaje y el miedo que le dar cruzar todo el salón, bajo las miradas femeninas que discutirán si es o no parecida a la madre, la abuela  y las primas.

Cuando Delmar termina con sus temas especiales, ahí nomás sin respiro alguno empieza el baile.

Hay que decir la verdad, el tipo tiene bastantes temas de su autoría, como Rubí - Rubí, Esta noche te diré adiós y otros grandes éxitos zonales.

Y va mixturando con algo de la Sonora Matancera, Quiero verte una vez más, y algo del malogrado Luigi Tenco.

Isidro analiza la pista, porque todos se amontonan bien adelante y da las coordenadas:

Doña Paula lo sigue un poco a su pesar, pero sabe que si no le hace caso corre el riesgo de morir aplastada por el Torito Pampa, es decir Daniel Casares, que se empeña en bailar con la campera de gamuza puesta a pesar de los 38 º que a estas alturas  cubren la pista..

Mientras se  producen los giros siempre en el mismo sentido del cuerpo de baile, al son de Delicado ese baión que tanto le gusta, la joven señora de Flaherty, Paula se aferra a su esposo para no perder el ritmo y van cruzando saludos.

Hay cosas, que son todo un arte. Ir en círculo a toda velocidad, en un solo sentido y saludando Los saludos pueden ser una sonrisa, movimiento de cabeza o bien una mini conversación mantenida  a través de giros, hombros, y otros saludos cruzados. 

A Doña Paula le pasa con Javier aquel muchacho que conoce de chica, y que la mira embelesado sólo porque  se casó con el dueño de La Bondad ese campo tan grande, y el no pudo estudiar ni irse del pueblo porque se tuvo que quedar trabajando en el campo.

Así Javier le va gritando por el hombro de su esposa y ella por el de su marido, y nadie sabe por qué jamás se pararon  a charlar en la calle.

Después se hace un descanso,  todo el mundo a sentarse, ir al baño, otro retoque  con Angel Face y charlar un rato.

Los del Grupo de la Parroquia suelen traer café de media y tortas caseras.

Dorota se come todo de aburrida nomás, o bien se va charlar con  Rosita que es como la Mirta Legrand del pueblo.

Isidro conversa con Mirko, y Teófilo sobre niveles de lluvia, cosechas.

Paula se sacará el zapato por debajo de la mesa mientras alguien viene a preguntarle por su madre que hace como mil años se murió,  otro a contarle lo linda que era, y alguno a develar el misterio de los suicidios de la familia, Porque .. “sos la última y tenes que saberlo, nena…. “

Delmar, nuestro artista, ya en un rol completo de anfitrión de la velada  se ha puesto un sobretodo negro de paño que le llega hasta los tobillos y va mesa por mesa, recibiendo felicitaciones, reclamos de obra y pedidos de temas que interpretará  en la segunda parte del show.

Los nenes chicos se irán durmiendo sobre la falda ancha de abuelas, y los viejos seguirán hablando de la última tormenta.

Afuera ha comenzado a caer la helada, como un manto tejido por las abuelas que se irá extendiendo suave y silenciosamente por todo el pueblo, la luna llena y redonda iluminará con claridad del día las calles solitarias, y a Paula cuando salgan de la fiesta, le parecerá que las estrellas están cada vez más al alcance de su mano.

En el cajón de la cómoda quedó la inscripción para aprender a coser con las Academias Teniente, se lo dirá a Isidro cuando regresen. Aprenderá a coser y será la modista del pueblo.



Comentarios

  1. Aguda narrativa costumbristas. Excelente. Me encantó

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  2. Muy buena descripción de las costumbres de los pueblerinos, en forma amena y breve, haciendo detalle de las tablas de valores de c/u. Felicitaciones.

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